El siguiente es un artículo muy completo acerca del sueño en los niños pequeños.
El sueño es un elemento integral en la vida de todos los seres humanos, se menciona que es una necesidad biológica que nos permite restablecer las funciones físicas y psicológicas para lograr un adecuado rendimiento en las diferentes actividades de la vida diaria, como el trabajo, el estudio, la alimentación y las relaciones humanas.
Tradicionalmente se ha pensado que el sueño era un estado pasivo, pero los últimos descubrimientos neuronales nos hablan de una intensa actividad cerebral, de cambios en la frecuencia cardiaca, respiratoria, entre otros.
Para los niños el sueño es mucho más importante que para los adultos, porque su calidad y cantidad afectan significativamente su bienestar y el bienestar de toda la familia. Algunas investigaciones realizadas en la Universidad de Alberta en Canadá demuestran que cuando el niño duerme plácidamente y durante el número de horas apropiadas, su desarrollo psicológico, el lenguaje, la actividad diaria y posteriormente su rendimiento escolar, serán muy satisfactorios. Al contrario, si el niño no duerme las horas necesarias y su sueño no es normal, se afectan, por una parte, el desarrollo del lenguaje, el niño se vuelve hiperactivo y posteriormente tendrá dificultades en el rendimiento en la escuela.
Por esos motivos, los padres o los adultos que están al cuidado de los niños tienen la obligación de ofrecerle al infante todas las facilidades físicas, ambientales y psicológicas para que su sueño sea placentero y durante el tiempo necesario para alcanzar una buena recuperación.
Las facilidades físicas se dan con la selección de un lugar tranquilo, una cuna o una cama que presten condiciones agradables y confortables, un ambiente de silencio y tranquilidad en el que se evite el ruido y las interferencias, procurando que la temperatura y la decoración del lugar faciliten el desarrollo del descanso.
Durante la primera infancia, los niños dedican la mayor parte de su tiempo a dormir. Hasta los dos años pasan unas 9.500 horas durmiendo (13 meses) y 8.000 despiertos. Pero al igual que los adultos, cada niño tiene su propio ritmo y sus necesidades de sueño, de manera que no hay una regla rígida que establezca exactamente el número de horas.
Entre los dos y los cinco años, los niños pueden estar la mitad del tiempo, despiertos y la otra mitad durmiendo. Y durante el resto de la infancia, y hasta la adolescencia, el sueño ocupa el 40% del día. Es esencial que los pequeños duerman al menos 10 horas cada noche en sus primeros años de vida.
El recién nacido, hasta los tres primeros meses de vida, duerme de 16 a 17 horas, de las cuales, la mitad puede ser en la noche y la otra mitad en el día, esta situación se debe a que todavía su reloj biológico no está activado: con el andar de los meses, identifica la noche del día y va reduciendo sus horas de sueño en el día para pasarla a la noche, de manera que al cumplir el primer año puede dormir 13 o 14 horas diarias, de las cuales, 11 pertenecen a la noche y 3 al día.
Entre el 1 y los 3 años, el infante debería dormir entre 10 y 12 horas, que generalmente son en la noche, esto significa que van abandonando poco a poco las horas de la siesta.
Existe una tabla de sueño infantil, la cual puede ser de mucha utilidad para los padres:
Como se podrá observar en la tabla anterior, el número de horas totales de sueño va disminuyendo con el andar de los meses y los años, las horas de sueño de las noches se estabilizan y el número de siestas o de horas de sueño en el día van desapareciendo.
De todos modos, el sueño es muy importante para el bienestar de los niños. La relación existente entre la falta de sueño y el comportamiento del niño puede ser evidente. Cuando un adulto está cansado, puede estar irritable y/o tener muy poca energía, en cambio un niño puede volverse hiperactivo, antipático, tener problemas en el lenguaje, posteriormente dificultades en su rendimiento escolar y presentar comportamientos extremos.
La mayoría de necesidades de sueño caen dentro de un margen predecible de horas según la edad del niño, pero cada niño es un ser único con sus propias y específicas necesidades de sueño.
Para dormir bien, lo ideal es que de pequeños les inculquemos unas rutinas, como ducha-cena-cuento-sueño. La Academia de Pediatría de E.E.U.U. recomienda dejar de usar dispositivos electrónicos, ya sean móviles o televisiones, media hora antes de irse a dormir, ya que su uso prolongado y cercano a la hora de dormir no deja descansar.
Establecer una rutina para la hora de acostarse ayuda a los niños a relajarse y prepararse para dormir. Para un niño de 1 a 3 años, la rutina puede durar de 15 a 30 minutos e incluir actividades tranquilizadoras, como leerles un cuento, bañarlos o escuchar música relajante.
Independientemente del ritual nocturno que elija, El niño probablemente insistirá en que sea el mismo todas las noches. En la medida de lo posible, permita que el niño escoja entre algunas alternativas de la rutina: qué pijama ponerse, qué muñeco de peluche llevarse a la cama, qué música escuchar. Estas decisiones darán a su pequeño la sensación de que controla en cierto modo la rutina.
Pero incluso los niños que duermen mejor pueden despertarse y llamar a sus padres por la noche. La salida de los dientes y los sueños pueden despertar a los niños de esta edad. Los sueños activos empiezan en esta etapa y pueden resultar realmente alarmantes para unos niños tan pequeños. Las pesadillas, en concreto, asustan mucho a los niños de esta edad, que todavía no distinguen entre realidad e imaginación. Consuele o tranquilice al niño, abrazándolo cuando le despierta un sueño o una pesadilla. Permita que le hable sobre el sueño si quiere hacerlo y permanezca a su lado hasta que se calme. Luego anímele a que vuelva a conciliar el sueño en cuanto sea posible.